domingo, 29 de agosto de 2010

Sanitarios en territorio comanche


ELCORREO.COM
Las ambulancias reciben continuos golpes, tienen que llevar las ventanas cerradas y hasta les abren las puertas La multitud ebria de fiesta obstruye las emergencias en la Aste Nagusia

El objetivo de estos profesionales es permanecer el menor tiempo posible en el exterior para evitar problemas. :

Las noches de Aste Nagusia se hacen duras para los treinta sanitarios del puesto central de emergencias, ubicado en los bajos de la estación de Abando. La verdad es que no suelen disfrutar de mucho tiempo para relajarse. Allí se atienden más del 90% de las incidencias que se producen en el recinto festivo. El goteo es constante. Pero, con todo, el trabajo acaba siendo lo de menos. Lo peor siempre llega al tratar con personas subidas de grados. Alcohólicos. Muchas veces, los auxiliares reconocen sentirse «en territorio comanche».

Un vigilante vela por el buen comportamiento de los usuarios dentro del punto sanitario. No suele tener problemas, «aunque por aquí pasa de todo». Ayer incluso tuvo que ayudar a un joven que, pasadas las cuatro de la mañana, arrastraba como podía a su novia, seriamente afectada por una intoxicación etílica. Fuera de allí, sin embargo, «es la jungla». Que se lo digan a Gorka e Iñaki, responsables de la ambulancia municipal de soporte vital básico.

EL CORREO pudo comprobarlo la pasada madrugada. Les acompañó en varias de sus salidas. Algunas pequeñas odiseas, como la vivida a las 2.25 horas. Una llamada ciudadana alertó de un herido en la zona de El Arenal, junto a la churrería instalada frente al Arriaga.

«Nos bañan en kalimotxo»

El vehículo enfiló hacia la plaza Circular, que empezaba a llenarse de katxis, botellones improvisados y jóvenes exaltados por los efluvios etílicos. Los sanitarios subieron a toda prisa los cristales de las ventanas. «Si nos descuidamos, nos bañan en kalimotxo o cerveza», decían. Y no se equivocaban mucho. Los golpes en la carrocería se sucedían mientras por delante se intercalaban chavales que lo mismo ejercían de guardias de circulación, que de auténticos obstáculos humanos. La ambulancia tenía que pararse ante un grupo sentado en el suelo que parecía no haberse percatado de las luces y estridentes sirenas.

Tras mucha dosis de paciencia, los sanitarios lograron alcanzar su meta: El Arenal. Rodeados por una muchedumbre enfervorizada. Y sin pistas del herido. Iñaki se adentró en la multitud ante los temores de Gaizka. «Está solo en la calle y te tensionas mucho cuando no le ves», reconocía. En su mente, situaciones como la batalla campal que se produjo en la Aste Nagusia de 2004 cuando varios individuos impidieron el paso de una ambulancia en Bilbao La Vieja. Los sanitarios implicados pasaron realmente miedo.

Finalmente apareció un amigo del herido, que les llevó hasta él. Se había hecho un esguince con posibilidad de rotura ósea. Diagnóstico claro: inmovilización y traslado al hospital de Basurto. Lo hicieron con rapidez, a pesar de los empujones. Lograban entrar de nuevo al vehículo mientras un varón daba un recital de break dance al ritmo de las luces de emergencia.

La salida, otra penalidad. Varios sujetos abrieron el portón de atrás en marcha, que Iñaki logró cerrar de nuevo tras sacar medio cuerpo fuera. De nuevo en la plaza Circular, un joven se plantaba en medio de la carretera con aspecto desafiante. Finalmente se apartó, al tiempo que propinaba un puñetazo a un retrovisor. La ambulancia retornaba a la base tras 50 «eternos» minutos de salida.

«Por desgracia, a altas horas de la noche, cuando la gente está más perjudicada, considera a las ambulancias como un elemento más de la fiesta», lamentaba Blas Bustamante, jefe de la sección de emergencias médicas del Ayuntamiento. Gaizka e Iñaki confirmaban la apreciación a las cuatro de la madrugada, luego de recibir un aviso de una persona con una brecha en la cabeza en la plaza Circular. De nuevo golpes e improperios hasta que el vehículo queda inmovilizado. Rodeado de gente.

Imposible salir al exterior y seguir circulando. La víctima o sus amigos, desaparecidos. Toca apelar a la prudencia. «Retornamos a base y si la cosa es grave que vuelvan a solicitar un servicio».

Pánico a las botellas

«Con cien ojos», aleccionaba a los dos sanitarios un policía municipal. Cualquier situación puede dar lugar a una algarada. «Cada vez que hay una intervención, lo que más tememos es que alguien tire una botella o algo porque le suelen salir muchos imitadores y montarse gorda», aseguraba, deseando que llegue el domingo para «descansar de verdad».

Blas Bustamante se dolía también del comportamiento de muchas de estas personas. «Llaman a la ambulancia por cosas como un ligero corte en la mano, cuando no tienen problemas para venir aquí andando tranquilamente». Gorka e Iñaki eran víctimas de esta práctica al tener que atender a un asmático en la rotonda del Ayuntamiento. Se recuperó con sólo dos dosis de 'ventolín'. Una chica llegaba en camilla, bebida, «porque sus compañeros no querían venir». Y Jokin hacía lo mismo a las 4.30 horas con una posible intoxicación, aunque apenas diez minutos después volvía a la fiesta por su propio pie.

El miércoles, por ejemplo, fue peor. Varios jóvenes alertaban de un caso de intoxicación etílica en pleno Arenal que movilizaba a sanitarios y Guardia urbana. El joven era menor de edad y hubo que avisar a su madre, que saltó de la cama al coche para llegar cuanto antes desde Vitoria. Con todo, el balance a falta todavía de tres noches de traca es «positivo». 285 asistencias entre el sábado y el jueves. El primer día fue, sin duda, el más activo, con un tercio de las intervenciones. Domingo, lunes, martes y miércoles se caracterizaron por una relativa calma. «Lo cierto es que, hasta la fecha, y crucemos los dedos, estamos por debajo de los ratios del año pasado, que ya fue tranquilo».

Bustamante presumía un cambio de comportamientos en esta tendencia descendente. «La gente viene a pasárselo bien y no sólo están bajando las agresiones, sino también los comas etílicos, lo que hace entrever que, a pesar de la imagen negativa que puedan dar unos pocos, la mayoría realmente se controla», subrayó.

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