lunes, 23 de agosto de 2010

«Las ambulancias llegan tarde por la falta de comunicación»



Director del Servicio de Emergencias Sanitarias de Valencia. Amante de su profesión, Manuel González Sal dejó hace siete años aparcado su trabajo como médico del SAMU para dirigir y coordinar las emergencias sanitarias de la provincia. No descarta volver a ponerse la bata de trabajo y destaca la importancia de este servicio social y humano.

¿Qué destacaría del trabajo como director de emergencias sanitarias?
Me gusta el SAMU, creo que es un servicio público. Y más que un servicio sanitario hay veces que hacemos un servicio social, porque desgraciadamente la población a la que más atendemos es la que menos recursos tiene. Mi hijo quiere ser médico, pero ya le he dicho lo que hay. Eso sí, no hay profesión más bonita que la de salvar vidas.
¿El médico de SAMU está hecho de una pasta especial?
A veces te pasan un aviso de una parada cardíaca y vas deseando, entre comillas, que lo sea, porque es lo que nos gusta, es de lo que vivimos. No queremos que sea una contusión, ya que hemos elegido ver emergencias reales. En la atención primaria atienden otro tipo de patologías, pero es lógico. En la vía pública estamos nosotros solos.
¿Echa de menos el día a día en el SAMU?
Sí, por supuesto. Mi mujer me dice que cuando voy paseando por la calle se me van los ojos detrás de un SAMU, y es verdad. Son muchos años, y he vivido muy buenos momentos. Trabajar en emergencias es maravilloso. Recuerdo un parto en Natzaret, a las cuatro de la mañana, cuando atendimos en la vía pública a una chica toxicómana.
Pero supongo que no todo son buenos momentos, ¿De qué sucesos guarda peor recuerdo?
La muerte súbita de un bebé en Alaquàs me marcó mucho pero el accidente de metro es sin duda la parte más dura de todo mi trabajo como director del servicio de emergencias. Y lo peor no eran los muertos, sino los familiares de los que habían fallecido. Se acercaban para saber si su familiar estaba en el listado de heridos y no estaba, pero no podías decírselo, eso era la parte más dura de todo. Me lo llevaré siempre conmigo. Además, un enfermero del Samu se enteró de que su hermana iba en el tren y era una de las fallecidas. Eso fue durísimo.
Los simulacros están muy bien pero hasta que no te encuentras con la catástrofe no sabes realmente si estás capacitado...
En este caso, todo el dispositivo de emergencias funcionó muy bien. Los simulacros están para ensayar, pero la realidad siempre supera la ficción. Como dato objetivo de nuestra asistencia en ese accidente he de decir que antes de 55 minutos el último herido había sido trasladado a un centro hospitalario. Hubo tal cantidad de personal que no estaba de servicio que había más operarios que heridos.
Así da gusto trabajar, con esa disposición a ayudar por parte de los compañeros.
El problema era distribuir el trabajo, cómo atenderlos. Lo primero que hay que hacer es priorizar, tenemos que atender a los enfermos del color rojo en primer lugar, los clasificados como amarillo en segundo lugar y como verde los leves, que se los remitíamos al personal de atención primaria. De hecho, en estos casos los que más molestan son los heridos de nivel verde porque no están graves y son los que más se quejan. Lo último que apuntamos es el nombre, nos importa qué tiene no quién es.
Algunas personas se quejan de que la ambulancia ha tardado mucho. ¿A qué se debe?
La gente no tiene claro el funcionamiento de la llamada. Cuando llaman al 112 la operadora recoge la llamada y pasa un tiempo hasta que nos da el aviso. En cambio, si llaman al 900 161 161, que aparece en la tarjeta sanitaria, la llamada nos entra directamente. El retraso nuestro es siempre por lo mismo: falta de comunicación. En un accidente de tráfico todos paramos a atender, y siempre hay quien dice de llamar al SAMU, llega otro y lo mismo, pero el hecho físico de marcar no lo hace nadie. Al final, nosotros recibimos la llamada un cuarto de hora después. Para la población se ha tardado 30 minutos, pero es culpa nuestra los últimos 15 minutos.
Se ha encontrado con muchos problemas por esta impaciencia de los ciudadanos mal entendida.
Nosotros tenemos problemas casi todos los días. Nos rompen mandíbulas, pegan patadas a embarazadas y se acuerdan de nuestras familias. Recuerdo que estando como médico del SAMU me tiraron una maceta por el cristal de detrás porque, según ellos, llegué tarde. La población tiene razón, la angustia de la espera es muy dura, todos hemos sufrido un accidente o un percance, yo soy director pero también soy paciente y usuario de la sanidad, y la sensación de espera la tenemos todos, pero tenemos que tener un respeto a todos los dispositivos. Nadie quiere llegar tarde.
¿Y cómo solucionamos eso?
Diciéndole a los ciudadanos que nos den la máxima información posible. Tampoco pedimos mucho, ni siquiera el punto kilométrico, pero que nos den los datos básicos. Hay un accidente de tráfico y no sabemos por qué el alertante corta, como si hubiera cometido un delito. Luego llamas y han apagado el móvil. O te dicen la calle pero no el número. A veces la gente más que decirnos qué hay nos dice qué quiere. Envíeme un SAMU. Y quiero que tengan claro, tanto la población como todos los dispositivos que no sean sanitarios, que es responsabilidad nuestra enviar el recurso más adecuado. Nosotros decidimos, si va un SAMU o un soporte.
¿Ha tenido problemas con la policía en este sentido?
Ellos deben de decir lo que tienen allí, no exigirnos un SAMU. Es como cuando nosotros llegamos a un servicio de un hombre armado con cuchillos y les decimos que tenemos una persona agresiva, pero no que nos envíen dos o tres patrullas y policías de 1,80 de alto. Ellos son profesionales y deben saber qué enviarnos. Nosotros pedimos lo mismo, que nos den la máxima información, pero que no nos subgestionen. Si yo tuviera dos millones de Samus, cada vez que alguien llamara le enviaba uno, pero no los tengo. Tengo sólo 19 y he de priorizar muy bien a quien se lo envío.
¿Qué tipo de demandas reciben por parte de los ciudadanos descontentos?
Las demandas de reclamación patrimonial son de lo más curiosas, pero no tenemos muchas. El 99% de la población nos trata exquisitamente, pero hay gente que hace unas reclamaciones un tanto extrañas. Por ejemplo, la típica persona joven que tiene un accidente, una fractura de pierna, que le rompemos el pantalón porque hay que explorarle la pierna y nos demanda para pagarle el pantalón.

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