miércoles, 5 de mayo de 2010

[PRENSA] Contra los espontáneos, pistola eléctrica

EL MUNDO, 05/05/2010

Taser es una pistola capaz de emitir pulsos eléctricos de 50.000 voltios para defenderse o atacar a cualquiera situado a no más de ocho metros. No hay manera de resistirse. El objetivo queda reducido al instante. En España, la legislación define a las Taser como "defensas eléctricas". Según el artículo 5 de la Ley de Armas, queda prohibido su uso a particulares, pero no a "funcionarios públicos especialmente habilitados", por lo que son los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad quienes, en sus respectivas normativas, deciden sobre su utilización. Cuesta 1.560 euros y se calcula que en España existen unas 400 unidades.

El distribuidor en España (Andreu Soler y Associats) define el invento como "un arma no letal, exclusivamente policial, que mediante pulsos eléctricos, y hasta una distancia de 7,6 metros, controla los músculos motores del agresor Sus efectos son instantáneos y actúa por igual e independientemente de que el agresor esté bajo los efectos de las drogas, el alcohol o sea un enajenado mental". El mismo distribuidor publica un informe en su página web en el que afirma que Taser "es seguro pero con matices. Como ya deberíamos saber, el peligro de sufrir daños por defensas eléctricas está en relación con la magnitud y duración de la corriente eléctrica. La corriente que genera el Taser X26 es muy pequeña, del orden de dos miliamperios, y dura poco tiempo (la duración de la descarga de pulsos es como máximo de 5 segundos). Con estos parámetros, es seguro si se utiliza de forma adecuada sobre un agresor".

Muchos ven en esta herramienta el arma perfecta. Efectiva pero inofensiva para la salud, en ningún caso mortal, aseguran quienes la venden. Amnistía Internacional no opina igual. Esta organización ha reportado más de 300 muertes relacionadas directa o indirectamente por el juguetito, una versión de bolsillo aunque con una tecnología menos sofisticada -y mucho menos nociva- que la del 'Rayo del Dolor' comercializado no hace mucho por la firma Raytheon, uno de los gigantes en el negocio de las armas -desde misiles hasta microondas- y cuyo mejor cliente es el Pentágono.

Pero apenas existen sentencias firmes que desaconsejen el uso del aparato. Hace dos años un jurado federal de California consideró a la pistola Taser responsable de la muerte de Robert Heston Jr, un hombre de 40 años cuyo corazón soportaba desde hacía años los golpes de la metanfetamina. Pero no fue la droga lo que le mandó al otro barrio sino la sobredosis de electricidad, dijo el juez. Juan Flores López, un ciudadano de Texas que se había rociado con gasolina y amenazaba con suicidarse, no tuvo tiempo de cumplir su promesa. La policía se adelantó. El disparo de una Taser bastó para envolverlo en llamas. Al parecer esta herramienta emite chispas. También ha recibido denuncias por casos de epilepsia.

"Según los estándares internacionales", añade el texto publicado por Andreu Soler y Associats, "por normativa, los dispositivos cardiacos implantados, tales como marcapasos, se deben diseñar para soportar las descargas eléctricas que generan los desfibriladores externos, de tal forma que después de la exposición directa a los mismos sigan funcionando sin ningún tipo de problema para la integridad del mismo. La energía que generan los desfibriladores externos es infinitamente más alta que la desarrollada por los dispositivos Taser. Sabemos que el Taser no modifica el ritmo cardiaco de un corazón, que no puede producir fibrilación ventricular; que no altera su condición física. Si el corazón de un individuo agresivo se encontraba en perfectas condiciones antes de que se le controlara con el Taser, después de la exposición seguirá en las mismas condiciones. El Taser no es lo suficientemente potente para dañarlo".

A pesar de la polémica, hay quien no pone límites al uso de esta tecnología. En la era del miedo, del terrorismo mundial -venga de donde venga-, de la amenaza constante, del todos somos sospechosos, quien no acate las normas que se atenga a las consecuencias. No se tiene en cuenta el sexo, la nacionalidad o la edad. El último en probar la Taser ni siquiera es mayor de edad y su pecado consistió en saltar al terreno de juego durante un encuentro de béisbol de la Major League de EEUU el pasado lunes. Un espontáneo más. Sólo el tirador, un policía de Filadelfia, consideró al joven una seria amenaza para la seguridad de los jugadores de los Philadelphia Phillies y los de St. Louis. La persecución duró 30 segundos, el mismo tiempo que el joven permaneció inmóvil en el suelo tras ser alcanzado por el disparo invisible.

La carrera inofensiva -no portaba arma alguna- de Steve Consalvi, de 17 años, se frenó en seco. Cayó fulminado delante del público. Puro espectáculo. El Comisionado de la Policía de Filadelfia considera que el oficial actuó dentro de los márgenes de la ley. Consalvi fue acusado de cometer una infracción, de alterar el orden público y ofrecer resistencia al arresto. Sólo el portavoz de las fuerzas del orden de la ciudad, Frank Vanore, reflexionaba poco después: "No estoy seguro de si deberíamos perseguir a la gente en los estadios". Se calcula que hasta hoy en unas 290.000 intervenciones policiales se ha recurrido a este tipo de armas.

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